Los dos Uruguay

Siempre hemos mantenido ese mito, con retoques. Con sus diferencias sociales, culturales, de expectativas, el Uruguay es uno solo, sin diferencias raciales, o territoriales importantes

En Uruguay, lo Destacado, la Sociedad 08/03/2021 Bitacora - com - Montevideo - por Esteban Valenti*
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(www.Bitacora.com.uy – Montevideo – por Esteban Valenti * ) Si hoy leemos las estadísticas con atención y detenimiento, miramos los largos informativos de televisión, todos los días y si nos animamos a recorrer toda nuestra capital y algunas otras ciudades, será imposible no reconocer que existen dos países, dos sociedades, aunque dentro de ellos existan diferencias, matices, existe una desintegración de una parte de los uruguayos, donde el promedio de edad es muy inferior al de la otra parte del Uruguay.

Ese es hoy, y se viene acumulando desde hace décadas, el principal, el más urgente y el más amenazante problema y drama que afronta este pequeño gran país. Y lo peor de todo es que no está en el nivel de consideración y atención que le corresponde en el mundo político, de ningún color.

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 Se ha reducido la pobreza, la indigencia y todos los indicadores sociales han mejorado, pero dentro del sector marginado, la situación ha empeorado, se ha hecho más violenta, la fractura más profunda. Es el problema más difícil de resolver que debe afrontar la sociedad uruguaya porque involucra el espectro más amplio y completo de actores institucionales, sociales, políticos, culturales. Y de como seamos capaces o no de encarar y avanzar en su solución dependerán aspectos fundamentales del país del presente y del futuro. Encarar soluciones integrales para la nueva marginación es por lejos, muy lejos nuestro más grave e importante problema y será muy caro resolverlo, hay que invertir mucho y cambiar mucho y cosas muy profundas y complejas. No resolverlo y dejar que se siga procesando nos costará mucho más caro, a todos. Nos puede costar una fractura sin solución.

No se trata solo de un problema de sensibilidad social, ni de prioridades políticas, es algo mucho más profundo, tiene que ver con la identidad, la calidad de vida, los valores predominantes en la sociedad y el propio destino nacional. No hay manera de acercar a "la otra" parte, al "otro" Uruguay para separarlo definitiva y radicalmente de nosotros. Y si fuera posible, ese cerco sería una terrible derrota para todos.

Estamos hablando de un Uruguay, en particular en la zona metropolitana y en Montevideo, que tiene tasas de homicidios y de delitos, que, aunque oscilen, están a los niveles de las más altas del continente, es decir del mundo. Y son tasas persistentes de asesinatos, tráfico de drogas, rapiñas, etc.

La niñez, la adolescencia y en cierta forma la juventud en ese "otro" Uruguay han venido degradando sus condiciones de vivienda (junto a sus familias...¿familias?), de educación, de trabajo, de vida en general. Con el agravante que en esos territorios donde viven la lenta afirmación del consumo y por lo tanto del tráfico de las drogas y su organización en bandas, ha cambiado radicalmente la situación. De los más de 13.500 presos que tiene el Uruguay, el 2do nivel más alto de todo el continente (solo superado por Cuba), la mayoría tiene menos de 29 años. Es otra expresión de ese "otro" país, que vive en condiciones terribles detrás de las rejas. ¿Qué nos proponemos cercarlos dentro y fuera de las cárceles y depositar todo en manos de la policía y eventualmente de los militares?

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Escuchemos atentamente "Agarrate Catalina - La Violencia con NTVG" no solo la letra sino la imagen de una parte de "nuestro país", de "nuestros jóvenes", encerrados o en libertad provisoria. https://www.youtube.com/watch?v=sfXIirDwmC8

La discusión sobre si hubo o no un porcentaje de disminución del delito, no cambia algo fundamental,  los barrios Cerro, Casabó, Cerro Norte y Santa Catalina, donde vive el 22% de la población de Montevideo, y 17 (Zona 3) que concentra a los barrios Casavalle y Piedras Blancas, donde reside el 29% de los montevideanos, y puntualmente algunas zonas más reducidas todavía como la zona "19 de abril", dentro de esos mismos barrios tienen niveles de asesinatos y robos a mano armada y violencia en general, incluyendo usurpación de viviendas, similar a las ciudades más violentas de América. Es cierto el promedio de asesinatos en la costa de Montevideo es de 5 personas al año cada 100.000 habitantes, pero en el oeste y el norte se multiplican por 5 y 6 veces y en algunos puntos por mucho más. Y ese es un solo aspecto, el más visible, ruidoso y doloroso.

Pero observarlo solo desde ese ángulo es suicida, es inhumano. A pocas cuadras de nuestro confort, de los diferentes niveles de confort del "otro" Uruguay, de sus niveles de consumo, de alimentación, de locomoción, de viajes y turismo, de acceso a la cultura y al esparcimiento, hay un Uruguay de varias generaciones de gente que ya nos resulta casi imposible entenderlos cuando hablan, que están a un paso o dentro hasta el cuello de entrar en la violencia y la delincuencia, cuyas expectativas de vida y su sub-cultura es totalmente diferente a la nuestra, cuyas casuchas, algo más que cuevas las hemos aceptado como "viviendas" de seres humanos, donde pretendemos que se críen hijos, nietos y futuros orientales. No son los mismos pobres y marginados de antes. Y no me vengan que en esas zonas también vive gente de trabajo y honesta, porque precisamente son ellos las primeras víctimas, viven a un paso del "otro" Uruguay.

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El otro aspecto terrible es la degradación de la cultura del trabajo, de los hábitos de trabajo para sectores juveniles y adultos, pasando de la cultura de construirse una vida, a la sub cultura del requeche, de sobrevivir. El otro aspecto es la cantidad de madres solteras y en general el alto precio que pagan las mujeres en ese "otro" país, incluyendo los malos tratos y los homicidios, que es cierto que se dan en diferentes sectores sociales, pero tiene un alto promedio del otro lado de la línea divisoria.

Con la mano en el corazón y reflexionando en serio no deberíamos hacernos preguntas muy incómodas:

¿Alguien puede creer que esas familias de varias generaciones de vivir en esas condiciones, materiales, culturales, morales, podrán educar a sus hijos como los hijos de "nuestro" Uruguay?

Hay situaciones urgentes, acuciantes, de alimentación y cosas básicas ¿pero alguien puede creer en serio que, con cualquier tipo de asistencialismo, el mejor, el más exigente podemos resolver en serio ese gravísimo compromiso de nuestro destino nacional, sin soluciones mucho más radicales?

¿Alguien cree que, aunque se produjera un milagro y les diéramos a corto plazo a todas esas familias una casa decente resolveríamos el problema? Y hay que construir muchas casas para esas familias, pero si no abordamos el problema desde todos los ángulos, lo que se generaría sería un enorme mercado clandestino de viviendas y de artefactos de baño usados.

¿Podemos apostar todo a que la policía, su crecimiento, su mayor eficiencia, entrenamiento, equipamiento va a rozar siquiera una solución en serio para integrar socialmente esos niños, esos adolescentes y esos jóvenes?

Lo primero que necesita el Uruguay es un gran acuerdo nacional, político, social, académico para elaborar un conjunto de políticas de estado consensuadas y que tendrán un alto costo, que tengan que ver simultáneamente con la educación, más allá de las aulas y de la alimentación, en un salto de calidad en el tiempo y la atención que le brindamos a esos niños, adolescentes y jóvenes. En ese orden de importancia. No se trata solo de extender las horas que pasan en la escuela o en un instituto de enseñanza o mejorar la alimentación, es otra cosa, otro nivel.

Un conjunto de políticas que necesitan del aporte revulsivo y valiente de los más capaces, de los que han estudiado y pueden incorporar una visión enriquecedora, desde la academia y desde la intelectualidad, con un solo sentido. Una causa nacional, una emergencia nacional.

Todo debe converger en esta dirección, las cárceles, el INAU, el INISA, la educación en primer lugar la escuela y los restantes niveles, el papel de las organizaciones sociales (hay ejemplos muy claros en la FOEB o la asistencia legal de la Facultad de Derecho) para tomar solo dos ejemplos; en la salud pública; la sociedad civil en su conjunto, incluyendo naturalmente las iglesias y las muchas organizaciones laicas, incluso deportivas. Pero una emergencia nacional requiere coordinación.

Y todo el Estado, esto exige el aporte, la sensibilidad y el papel que le corresponde al gobierno nacional, las intendencias, los municipios.

Detenerse solo en las instituciones y estructuras ya existentes sería reducir la emergencia, se necesita una convocatoria, una participación muy amplia de la mayoría de los uruguayos, que tenemos nuestros propios problemas, pero que por ningún motivo podemos olvidarnos que los "dos Uruguay" son una bomba activa y creciendo y que explota todos los días. Miren los informativos, las imágenes detrás del periodista y los entrevistados en esas zonas, la del "otro Uruguay" y no nos lavemos las manos, estamos totalmente comprometidos, porque nadie podrá aislarnos para siempre y construir un ghetto para los "otros". Y sobre todo no nos refugiemos en las estadísticas, ni en las declamaciones mezquinas. Nadie ha sido iluminado por la providencia para resolver este grave problema que se acumula desde hace muchos años.

 

(*) Periodista, escritor, director de Bitácora (bitacora.com.uy) y Uypress (uypress.net), columnista de Wall Street Internacional Magazine (wsimag.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias). Uruguay

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