Los ataques con drones contra bases aéreas rusas: una enorme escalada en la guerra accionada desde Washington

(www.wsws.org – Washington – Por Chris Marsden) No hubo bajas por el ataque, que ocurrió 100 km de la frontera ucraniana. Pero hubo un incendio grande de casi 510 metros cuadrados cuando varias cisternas presuntamente bombardeadas se quemaron a lo largo de 10 horas.

La ubicación de los ataques y su ejecución llevan nuevamente la impronta de la participación directa de Estados Unidos.

Los oficiales rusos ya habían atribuido a Kiev los bombardeos del lunes contra las bases aéreas en Riazán y Sarátov en la región centro-sur de Rusia, que se cree que involucraron drones Strizh rusos de diseño soviético modificados. Tres soldados murieron y cuatro quedaron heridos, y dos aviones fueron dañados. Los bombarderos atacados en el aeródromo de Engels-2 y la base aérea de Diáguilevo tenían capacidad nuclear. Las imágenes de Diáguilevo muestran un bombardero Tu-22M3 con capacidad nuclear con una cola dañada y un misil Kh-22 suspendido bajo su ala.

El Ministerio de Defensa ruso dijo que los ataques del lunes fueron actos de terrorismo y respondió con un bombardeo contra infraestructura clave ucraniana.

Los presuntos drones ucranianos también atacaron el aeródromo militar de Belbek en Sebastopol, pero fueron abatidos por las defensas aéreas, mientras que otros drones también intentaron atacar sin éxito una reserva de combustible en la región de Briansk, según fuentes rusas.

Briansk, Kursk y Bélgorod, que se ubican inmediatamente junto a la frontera ucraniana han sido objeto de varios ataques. Pero los más recientes y los blancos seleccionados claramente involucraron una recolección más extensa de inteligencia y una colusión de alto nivel.

El analista militar ucraniano Serhiy Zgurets señaló en el sitio web Espreso TV que las bases de la fuerza aérea atacadas son las únicas instalaciones en Rusia que pueden dar servicio a los bombarderos utilizados para llevar a cabo ataques contra Ucrania. El Gobierno ucraniano ha evitado reconocer públicamente los ataques, pero un oficial ucraniano de alto rango le confirmó al New York Times que al menos uno de los drones fue enviado desde Ucrania y que uno de los ataques fue llevado a cabo con la ayuda de las fuerzas especiales ubicadas cerca de la base rusa.

Los blancos son los más lejanos de la frontera durante el conflicto. Una de las bases aéreas, aquella en Riazán, se ubica apenas a 184 km al suroeste de Moscú, mientras que Sarátov se encuentra a 640 km de Ucrania. Los comentaristas militares rusos subrayaron que, si Ucrania puede alcanzar blancos tan profundamente en territorio ruso, también puede atacar Moscú. Diana Magnay, corresponsal de Sky News en Moscú, dijo que “existen muchas preguntas sobre cómo lo logró Ucrania”, antes de sugerir que “fracasó la contrainteligencia dentro de Rusia que permitió un dron desde el interior de Rusia, quizás con la ayuda de colaboradores ucranianos”.

El canal reportó comentarios no oficiales de oficiales occidentales de alto rango que presumieron que tales ataques en el interior de Rusia son un fuerte golpe psicológico que “demuestra” que las fuerzas ucranianas “pueden operar libremente dentro de Rusia”. El Ministerio de Defensa británico declaró que Rusia probablemente vaya a considerar los ataques como “uno de los fracasos estratégicos más importantes en la protección de sus fuerzas desde su invasión de Ucrania”.

El New York Times se deleitó de que los ataques “se suman a las señales de que Kiev está dispuesto a llevar la guerra más cerca de Moscú y del presidente Vladímir V. Putin”, y que “alteraron la geografía de la guerra, mostraron los fallos en los sistemas de defensa aérea de Moscú y señalaron a la determinación de Kiev de hacer que Rusia pague un precio más alto por su ataque implacable contra la infraestructura ucraniana”.

La habilidad de Ucrania para llevar a cabo tales ataques solo sería un misterio si Kiev no dependiera de la red de espionaje de Washington y sus extensos contactos dentro de Rusia desarrollados a lo largo de décadas. Esto significa que estos ataques siguen el mismo patrón de varios “logros” militares ucranianos y otras provocaciones más encubiertas cuyo objetivo es prolongar e intensificar la guerra.

Esto incluye:

· El bombardeo de los gasoductos Nord Stream 1 y 2, poniendo fin al transporte de gas natural ruso hacia Alemania, pasando por debajo del mar Báltico.

· Las explosiones en el astillero naval de Sebastopol el 29 de octubre, que aparentemente también involucró drones que destruyeron parcialmente un puente estratégico.

· Las explosiones del 15 de noviembre en un pueblo agrícola polaco que mataron a dos civiles.

Cada una de estas acciones apesta a una participación encubierta de EE.UU. y la OTAN, y cada una ha sido más temeraria y potencialmente más peligrosa que la anterior.

Los bombardeos del Nord Stream privaron a Rusia de ingresos vitales y confirmaron su aislamiento de los mercados europeos tras meses de denuncias de Alemania por parte de la Casa Blanca. Las implicaciones de los esfuerzos de Ucrania por culpar a Rusia de su propio ataque con cohetes contra Polonia, que conllevaron demandas de Kiev a la OTAN para que invocara el Artículo 5 que compromete a los Estados miembros a la defensa mutua, fueron tan graves que el presidente estadounidense Joe Biden intervino para oponerse a lo que habría supuesto el inicio inmediato de una guerra directa con Rusia para la cual Estados Unidos aún no estaba preparado.

Los últimos ataques en territorio ruso podrían haber sido orquestados por sectores de la élite militar, de inteligencia y política de Estados Unidos para que se produjera ese resultado, por muy desastroso que pudiera ser el resultado de esa política al borde del precipicio.

A propósito de los ataques, el New York Times escribió que hay “poco margen para que Rusia intensifique” como respuesta. Citó a Mick Ryan, un oficial retirado del ejército australiano, que dijo sobre los ataques ucranianos: “No es, como algunos afirman con certeza, una escalada. Pero es una medida política y militar necesaria para que Ucrania limite el daño humanitario de los brutales ataques rusos con drones y misiles”.

Esta afirmación es absurda. Los ataques de Ucrania, coordinados con Estados Unidos, son una escalada de la guerra. Habiendo instigado y provocado una guerra que ha matado a decenas de miles de ucranianos, Estados Unidos no solo ha cruzado los límites de Rusia, sino también los suyos.

Cada vez que Estados Unidos dice que no hará algo en Ucrania, lo lleva a cabo.

En mayo, Biden publicó un artículo de opinión en el New York Times titulado “Lo que Estados Unidos hará y no hará en Ucrania”, en el que afirmaba que “no estamos alentando ni permitiendo que Ucrania ataque más allá de sus fronteras”. Pero Washington ha hecho precisamente eso, proporcionando información sobre objetivos, armas y apoyo logístico que han permitido a Ucrania atacar profundamente al interior del territorio ruso.

Se está perfilando un patrón en el que Estados Unidos y la OTAN siguen presionando a Rusia para poner a prueba hasta dónde pueden llegar sin provocar una respuesta del régimen de Putin.

Es evidente que existe el cálculo de que ejercer una presión económica, militar y política cada vez mayor sobre Rusia exacerbará las divisiones entre los oligarcas y abrirá la posibilidad de un cambio de régimen mediante alguna forma de golpe palaciego. El asesinato de la ideóloga fascista rusa Daria Dugina fue una clara advertencia a los oligarcas rusos de que el castigo por apoyar a Putin puede ir más allá de las sanciones y la confiscación de activos. La información de inteligencia utilizada por Ucrania en su última ofensiva podría proceder, en última instancia, de partidarios rusos muy bien posicionados, con conexiones ya existentes con Washington, que están presionando para que se llegue a una solución del conflicto a cualquier precio.

Al mismo tiempo, hay fuerzas dentro de la oligarquía rusa que están presionando para que el ejército ruso dé una respuesta mucho más agresiva.

La implacable y temeraria escalada de la guerra por parte de Estados Unidos implica el riesgo de que el Gobierno ruso responda con una escalada mayor por su parte, lo que podría traer consecuencias potencialmente catastróficas.

Este sábado, 10 de diciembre, los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social celebrará una reunión en línea: “¡Por un movimiento masivo de jóvenes y estudiantes para detener la guerra en Ucrania!”.

La convocatoria de esta reunión explica:

“La interacción del militarismo imperialista de la OTAN, que persigue temerariamente su agenda geopolítica global sin importar las consecuencias, y la creciente desesperación del régimen capitalista oligárquico de Rusia amenaza con escalar hacia una conflagración nuclear”.

“La esperanza de que 'la razón prevalecerá' y la guerra llegará pronto a una conclusión negociada es un engaño políticamente paralizante y peligroso. La OTAN no quiere 'paz'. Quiere la guerra...”.

“La guerra no se detendrá con llamamientos y protestas dirigidos a la clase dominante y sus Gobiernos, sino mediante la movilización política de la clase obrera internacional”.

Todos los lectores del World Socialist Web Site deberían hacer planes para asistir al mitin del 10 de diciembre.