Tercer año de guerra entre la OTAN y Rusia

(www.Iguales.ar – CABA – Por Alejandro Mosquera* ) En la gran mayoría como parte del capítulo comunicación de la guerra, donde como todo sabemos la verdad es una víctima más.

El título de nuestro análisis intenta situar la guerra en su contexto. Ya no existe el mundo bipolar que se instauró después de la segunda guerra mundial, ni el unipolar con hegemonía militar, económica y cultural de EEUU. La transición es una forma de conflicto sin estabilidad y con mucha violencia. 

EEUU no se resigna a perder el rol de superpotencia rectora de la globalización y el orden mundial. En ese camino rompieron el derecho internacional y acercaron la posibilidad enfrentamiento directo entre las grandes potencias. No se puede separar de este contexto la extensión de la OTAN hacia el este rodeando a Rusia ni tampoco la guerra comercial con China, los intentos de que no se suplante el dólar como moneda de intercambio mundial, el ataque a los BRICS y entre otras guerras la que sucede en el territorio de Ucrania. 

Está claro que la decisión del presidente argentino Javier Milei de retirarse de ese bloque de los Brics es un acto de subordinación a la estrategia bipartidista de EEUU y del comando Sur. La política de EEUU sobre Latinoamérica actual toma en cuenta que las experiencias populares progresistas significaron un grado de independencia del neoliberalismo y de la subordinación a EEUU, con lo cual eran parte del desafío a la unipolaridad del imperio. Por eso boicotearon y agredieron a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) al ALBA, el Mercosur, el UNASUR entre otras iniciativas soberanistas. Por ello su política estuvo dirigida a demonizar, a denigrar, atacar y desestabilizar esas experiencias. 

 

Las acciones en Ucrania como parte de una estrategia global

La combinación de revuelta y golpe de estado en el Maidan tuvo la activa participación de los servicios de inteligencia de la CIA y el M16 británico, su intención estaba dirigida a establecer a Ucrania como una plataforma de la agresión a Rusia, de su competencia con China, y la idea que ante el declive de la economía estadounidense la preservación de papel hegemónico como fuerza militar le permitiría conservar su rol en el nuevo orden mundial en desarrollo.

Esta idea de utilización de Ucrania y su frontera con Rusia como plataforma de intervención se vio reconocida en el prestigioso The New York Times en el artículo firmado Adam Entous y Michael Schwirtz, donde en base a una investigación con diversas fuentes norteamericanas y Ucranianas, señala: 

 

“Ahora que entramos en el tercer año de una guerra que se ha cobrado cientos de miles de vidas, la asociación de inteligencia entre Washington y Kiev es un eje de la capacidad de Ucrania para defenderse. La CIA y otras agencias de inteligencia estadounidenses proporcionan inteligencia para ataques con misiles dirigidos, rastrean los movimientos de las tropas rusas y ayudan a respaldar las redes de espionaje.”

“… El puesto de escucha en el bosque ucraniano es parte de una red de bases de espionaje apoyada por la CIA construida en los últimos ocho años que incluye 12 ubicaciones secretas a lo largo de la frontera rusa.”

“…Y la CIA también ayudó a entrenar a una nueva generación de espías ucranianos que operaron dentro de Rusia, en toda Europa, en Cuba y otros lugares donde los rusos tienen una gran presencia”

 

La nota del prestigioso diario merece leerse completa, para nuestro análisis estos párrafos muestran la integración plena de los servicios de inteligencia al punto que es difícil sostener (esto no lo sustenta el NYT) que son acuerdos de servicios independientes, y parece más que la CIA y el M16 (aún con conflictos entre ellos) un servicio que se dice ucraniano, pero en realidad es de ellos. Este es un elemento clave para probar que en ese país se libra una guerra de la OTAN contra Rusia. 

La reconocida cooperación con Ucrania con el con el empleo de satélites civiles y militares, le ha permitido acceder a grandes cantidades de imágenes satelitales, especialmente desde medios comerciales. Esa ayuda es imprescindible para identificar tropas, objetivos, equipos militares, buques en el Mar Negro, ataque en Crimea. Hay que tener claro que EEUU tiene la gran mayoría de la gran cantidad de satélites que existen circunvalando la tierra, alrededor del 70%.

Si la inteligencia militar es necesaria para diseñar defensas y ataques, si suman para ello las imágenes satelitales y el poder de designar objetivos queda por parte de EEUU y Gran Bretaña aún más claro la naturaleza del conflicto bélico.

A este análisis hay que sumarle los aportes en capital para armas y sostenimiento de su gobierno que le dieron EEUU y la UE, que se situaría desde la Unión Europea en 138.000 millones de Euros, y de 76.000 millones de dólares en el caso de los norteamericanos. Agregarle las sanciones económicas a Rusia y el embargo de capitales rusos en bancos occidentales.

Además, se reconoce la participación de mercenarios de distintos países de la OTAN en el conflicto bélico, gran parte de ellos salidos de las fuerzas armadas de sus países.

No hay donde perderse. El conflicto no se inició en febrero del 2024, y a la vez este demostró la magnitud y el escalamiento del mismo. Tampoco que es un conflicto deseado y planificado por la OTAN que utiliza al pueblo ucraniano como carne de cañón. 

Las elites de los países “occidentales” ven con preocupación que no se cumplieron sus objetivos estratégicos. Que hay cansancio tanto en parte del pueblo ucraniano como en Europa. Y en EEUU se abre paso la quita de colaboración por lo menos en los niveles que llevó a cabo Biden. 

El presidente de Francia Emmanuel Macron ante la gravedad de la situación y por la pérdida de popularidad interna sostiene la posibilidad de envío de tropas a Ucrania, que no tuvo el apoyo de las otras potencias, y una contestación rápida del Kremlin, que en boca de Putin sostuvo que una actitud como esa es establecer una guerra abierta con Rusia y que llevaría a la Federación a responder en sus propios territorios. Y que ello acercaba la posibilidad de la guerra atómica. 

Y una vez devela la verdad cuando sostuvo: “la derrota de Rusia es indispensable para la seguridad y la estabilidad de Europa”

 

¿Es posible derrotar a Rusia sin destruir el mundo?

No es la primera vez que gobernantes occidentales sueñan con la posibilidad de derrotar plenamente a Rusia. Las experiencias históricas no parecen fortalecer esas utopías destructivas. El presidente Putin resguardando la soberanía rusa lidera una coalición donde recorren un amplio espectro social, político, religioso que no parece debilitarse a pesar de las interpretaciones reiteradas de los medios occidentales. 

Como contracara de los sueños occidentales del comienzo del conflicto y en esta realidad de derrota de los objetivos militares y económicos de la OTAN, el presidente ruso en su discurso sobre el estado de la Nación del 29 de febrero mostró el crecimiento del país, lo vuelve a presentar   como una potencia con capacidad militar, en especial en el avance de su complejo militar industrial. Y en un proyecto de avance tecnológico para superar el retraso frente a otros países incluso aliados de Rusia. 

Comparó el PBI de los BRICS 37%, contra el 25% del G7. Esa tendencia a la baja de la alícuota del PIB de EEUU en el global muestra que el declive de la economía es parte fundamental del surgimiento de un mundo multipolar. 

Este final del mundo unipolar y el surgimiento de un nuevo orden además de las guerras comerciales tiene una característica de multiplicación de las concepciones militaristas en los estados empujadas por el negocio e impulso económico que significa el prender nuevamente los motores del complejo militar industrial (CMI). Tanto EEUU, las elites europeas y también las rusas y Putin en particular tendrían que recordar que el CMI se puede transformar en un actor cada vez más demandante y condicionador de las políticas de sus países. Al compás de nacionalismo extremos de carácter imperial, de los discursos y valores racistas, de buscar enemigos en otros pueblos, religiones, de tendencias al expansionismo territorial, surgen voces donde la guerra es entendida como impulso industrial y la grandeza de un país. 

Las elites prefieren gastar el dinero público en armamentos que en enfrentar la crisis climática que amenaza a la humanidad. Los presupuestos militares se disparan, Se acercan así al abismo nuclear o climático, en los dos casos actúan rememorando la famosa frase “después de mí el diluvio” («Après moi, le deluge») que se atribuye a Luis XV, penúltimo rey francés antes de la Revolución. 

Esas elites “occidentales” y rusas tendrían que recordar el discurso de despedida a la nación del presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower el 17 de enero de 1961:” Nuestro trabajo, los recursos y los medios de subsistencia son todo lo que tenemos; así es la estructura misma de nuestra sociedad. En los consejos de gobierno, debemos evitar la compra de influencias injustificadas, ya sea buscadas o no, por el complejo industrial-militar. Existe el riesgo de un desastroso desarrollo de un poder usurpado y [ese riesgo] se mantendrá. No debemos permitir nunca que el peso de esta conjunción ponga en peligro nuestras libertades o los procesos democráticos”.

 

(*) Alejandro Mosquera, Director de Iguales. Director del IEFI – Instituto de estudios y formación para la Igualdad. Ex diputado de la Pcia de Bs.As. y Presidente de la Cámara de diputados. Dirigente de Soberanxs