Martín Llaryora celebró en Río Cuarto y se mostró como nuevo hacedor de intendentes peronistas

(www.LetraP.com.ar – Córdoba – Por Yanina Passero) José Manuel de la Sota fue el jefe de la campaña que sentó en el poder de Río Cuarto –la segunda localidad de mayor importancia de la mediterránea y argentina provincia de Córdoba- a Juan Manuel Llamosas en 2016. Cuatro años más tarde, Juan Schiaretti movería cielo y tierra para que el peronista del Imperio del Sur revalidara el título en plena pandemia. Este domingo fue el turno del gobernador de Córdoba, Martín Llaryora.

El nuevo jefe del cordobesismo alzó la mano de Guillermo de Rivas, el ex secretario de Gobierno municipal que el intendente eligió como su candidato para la sucesión, pese a la ruptura del PJ que lideró la delasotista Adriana Nazario.

Llaryora expuso su preocupación después de pegar dos gritos y constatar que, todavía, su palabra no es santa. “Hay tiempo para la unidad”, sostenía después de la presentación de las listas, cuando todo parecía perdido.

Sin embargo, el triunfo peronista de este domingo contribuye de manera directa a perfilar (un poco más) el liderazgo que se pierde entre su obsesión por sumar radicales de outlet al Partido Cordobés y la desconfianza que le profesa buena parte del peronismo que, después de un cuarto de siglo, cambió de jefe.

En este único turno electoral, Llaryora la vio fea, o bien, quedó atrapado en su discurso. Le costó digerir la ruptura justicialista, pero la fue abrazando en pro de esa transversalidad que encontró al radical Gonzalo Parodi prometiéndole una excelente relación.

Guillermo de Rivas y Daniel Passerini, dos gotas de agua

El triunfo radical que parecía irreversible empezó a achicarse y Nazario mantenía un piso estable. La baja participación electoral -el viejo truco del peronismo- hizo el resto. En el sprint final, el cordobesismo ya empezaba a observar similitudes en Río Cuarto con el proceso electoral de la ciudad de Córdoba.

“Ni Juan Schiaretti creía que Daniel Passerini iba a ganar, menos Llaryora que se ocupó y confió”, es una de las frases que siempre rematan las conversaciones peronistas sobre ese suceso electoral de julio de 2023.

Aferrándose a las comparaciones para calmar la ansiedad, el llaryorismo insistía con que De Rivas tenía una buena imagen pública, un alto nivel de desconocimiento todavía y un perfil que escapaba de las lógicas “anticasta” de moda. Llaryora metió las manos en la campaña, como hizo con Passerini.

Rompió con la neutralidad autoimpuesta y mudó al Imperio a sus alfiles políticos nacidos bajo el signo de la rosca. Anunció obras, retrucó la dicotomía cambio/continuidad por equipo. Repitió la receta que llevó al poder a Passerini.

Las dos manos de Martín Llaryora

“Martín nos dio las dos manos, nunca dudó de este triunfo”, dijo Llamosas en la noche del domingo en el escenario de la celebración. Esa frase también la había dicho Passerini en la pompa doble del cordobesismo, luego del empate técnico que frustró el grito de victoria de Llaryora frente a Luis Juez.

Llaryora hizo política en un momento donde esa praxis asoma como mala palabra. Como en la capital, creyó en su modelo, más que en las encuestas. O al menos eso dice su mesa chica con el diario del lunes.

"Guillermo de Rivas se animó y volvió a demostrar que los números y las encuestas no importan cuando encuentran un pueblo decidido en ir hacia el progreso", vociferó Llaryora ante el auditorio festejante.

Malditas encuestas

La oposición desperdició la oportunidad histórica de enfrentar a un peronismo dividido que, a nivel general, atraviesa un momento de reconfiguración y problemas de gestión como la inseguridad, eje que se impuso con fuerza en la campaña de la ciudad imperial.

¿Parodi se confió en las encuestas? ¿Creyó en los mensajes subliminales del Partido Cordobés de un Llaryora que intentó mantener las formas con todas las cabezas de lista y eligió no pegarle?

Los cañones radicales apuntan a la encuestadora porteña que intervino, a sus insumos estadísticos y a la estrategia que desperdició a dos opositores como Luis Juez y Rodrigo de Loredo para mellar al oficialismo que eligió la táctica del “juego en equipo” para sostenerse en el poder.

Llaryora celebró una victoria en la segunda ciudad más importante del interior. El peronismo controla el top five de las ciudades más pobladas de la provincia empezando por la capital, siguiendo por Río Cuarto, San Francisco, Villa María y Alta Gracia. Sigue siendo la columna vertebral del proyecto transversal que todavía genera dudas internas.

La revuelta interna que evitó el triunfo en Río Cuarto

Si De Rivas perdía, las voces más cáusticas del peronismo no tardarían en llegar, pero lo cierto es que la disidente Nazario no tuvo capacidad de daño al oficialismo, sino que contribuyó a la división del voto opositor. El nuevo intendente casi mantuvo la performance de su mentor.

Cierto es que Llaryora tenía plan B. Un triunfo de Parodi hubiera servido para apuntalar esa narrativa de puertas abiertas no sólo para las versiones electorales, sino también para la gestión.

No es casual que entre los oradores de la noche hayan destacado Passerini y la vicegobernadora, la radical Myrian Prunotto. Un mix que llegó para quedarse en todo lo que el gobernador emprenda.

Ante quienes gustan de tildarlo como un peronista descafeinado, este domingo Llaryora se anotó el segundo triunfo justicialista clave que lo tuvo al frente y que lo verá la política nacional. El riesgo era enorme para un dirigente con ambiciones grandes y apresuradas. La ventaja de casi 13 puntos de De Rivas sobre Parodi hizo el festejo más hondo.