A los imperios no los derriba nadie

El presidente norteamericano Joe Biden prolonga la guerra en Ucrania para debilitar a Rusia, mientras en EE.UU. se multiplican los signos de una crisis económica y social que puede provocar una potente revuelta social

Opinión, lo Destacado en la Sociedad 24/04/2022 Télam - com - CABA - por Eduardo J. Vior

(www.Telam.com.ar – CABA – Por Eduardo J Vior) A instancias del grupo neoconservador que dirige su política exterior, el gobierno norteamericano interviene crecientemente en Ucrania con “asesores” militares, abarrotándola con sofisticados equipos militares y alentándola a eludir cualquier posibilidad de paz. Así espera estirar sine die la guerra de amplio espectro contra Rusia y desgastar al gigante euroasiático, dividiéndolo en un mosaico de mini estados fáciles de dominar. La estrategia está clara: destruir Rusia, para después atacar más fácilmente a China. Sin embargo, mientras la Casa Blanca se lanza a una nueva guerra interminable, descuida el tratamiento de la grave crisis económica y social que aqueja su país. Si no atiende pronto a los signos de intranquilidad que visibles por doquier, un verano caliente y la próxima elección legislativa pueden acabar con sus sueños restauradores.

El asesor de seguridad nacional Jake Sullivan reconoció públicamente el domingo 10 que Estados Unidos está enviando armas a Ucrania, para ayudar a los soldados ucranianos a defenderse de las tropas rusas. "Estamos haciendo todo lo que podemos, trabajando sin descanso para entregar nuestras propias armas", dijo Sullivan en una entrevista en el programa "Meet the Press" de la NBC. “Y seguiremos trabajando agresivamente –agregó- para conseguir lo que Ucrania necesita para fortalecerse en el campo de batalla y en la mesa de negociaciones."

Por su parte, el secretario de Defensa de los EE. UU., Lloyd Austin, confirmó que el Pentágono está proporcionando inteligencia a las fuerzas armadas de Ucrania para operaciones de combate en el Donbass, incluso sobre los territorios que estaban bajo el control de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk antes del inicio de la “operación especial” rusa el 24 de febrero.

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Entre tanto, el Departamento de Defensa de EE.UU. comunicó este miércoles la lista de los tipos de armamento que suministrará a Ucrania en el marco de un nuevo paquete de ayuda militar, de 800 millones de dólares, autorizado ese mismo día por el presidente Joe Biden. Gran parte de la lista repite el tipo de armas de portación individual ya contenido en envíos anteriores. Sin embargo, se destaca la cantidad de vehículos para el transporte de tropas incluidos en este nuevo envío, indicio de la intención norteamericana de habilitar al ejército ucraniano para realizar acciones ofensivas. También sobresalen los helicópteros MI-17 comprados por EE.UU. para el derrotado ejército de Afganistán.

Al informar sobre la lista, el portavoz del Pentágono, John Kirby, señaló que los efectivos ucranianos podrían necesitar una preparación previa para manejar algunas de las nuevas armas. El alto funcionario detalló que EE.UU. planea formar a "un pequeño número" de militares ucranianos bajo el esquema denominado "entrenar al entrenador". Estas formaciones suponen lógicamente la presencia de instructores norteamericanos sobre el terreno, ya que la formación necesariamente debe incluir un aspecto práctico.

Confirmando el creciente involucramiento de efectivos norteamericanos en la guerra contra Rusia, en una reciente entrevista con CNews, el ex director adjunto de la revista ilustrada francesa Paris Match, Régis Le Sommier, relato cómo, durante un reciente viaje a Ucrania comprobó el grado de compromiso asumido allí por los estadounidenses: "pensaba que iba a encontrar las brigadas internacionales y en su lugar estaba el Pentágono", dijo el periodista, explicando cómo había acompañado a tres mercenarios franceses que iban a alistarse en el ejército ucraniano.

"Aquí mando yo, no son los ucranianos", le espetó el funcionario estadounidense a cargo de las contrataciones, al que Le Sommier identificó en un reportaje del diario Le Figaro como antiguo veterano de la guerra de Irak. "Yo me encargo. Uds. saquen los chips de sus teléfonos móviles. Les daremos otros y luego se firma un contrato hasta el final de la guerra", relató el periodista. "¿Y quién está al mando? Son los americanos. Lo vi con mis propios ojos", confirmó el periodista.

EE.UU. apuesta a entrampar a Rusia en una guerra interminable en Ucrania. Sin embargo, mientras Putin mantenga el actual apoyo de sus conciudadanos, podrá incrementar el potencial de sus fuerzas en el país vecino tanto como sea necesario para arribar a una decisión. Al hacerlo, obligará a EE.UU. a involucrarse más y más sobre el terreno. ¿Tiene Biden el sostén de su población para hacerlo?

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Según la última encuesta de CBS/You Gov, la popularidad del presidente norteamericano ha caído a su punto más bajo desde que tomó posesión de su cargo en enero de 2021, ya que sólo el 42 % de los estadounidenses aprueba su desempeño en el cargo, un punto por debajo de la cifra de marzo. Los datos muestran que más de la mitad de los habitantes no está de acuerdo con el manejo de Biden del crimen, la economía, la inmigración y la inflación. Esta última variable es la que causa el mayor descontento, con un 69 % de los encuestados desaprobando la respuesta del presidente ante el aumento desenfrenado de los precios.

En un reporte del Departamento de Trabajo de EE.UU. publicado este martes se revela que los precios al consumidor se incrementaron un 8,5 % durante el mes pasado en comparación con el año anterior, lo que constituye el alza más rápida en los precios al consumidor desde diciembre de 1981. La mayoría de los estadounidenses cree que la economía y la inflación deberían ser los temas prioritarios del gobierno, mientras que el crimen, el conflicto entre Rusia y Ucrania y la inmigración –en este orden- serían los siguientes en la lista.

Hay que recordar que en EE.UU. el precio de ningún bien o servicio está indexado y que los pocos salarios que se rigen por acuerdos sectoriales se ajustan anualmente. Por lo tanto, cualquier aumento de precios implica una fuerte pérdida de poder adquisitivo de los sectores asalariados, al mismo tiempo que una licuación de las deudas de personas y empresas.

En noviembre de 2021 el presidente firmó un proyecto de ley bipartidista de infraestructuras por 1,2 billones de dólares que, según la Oficina de Presupuesto del Congreso, añadiría 256.000 millones de dólares al déficit federal, aunque Biden argumentó que, en última instancia, reduciría la inflación al mejorar el transporte de mercancías.

No obstante, aquel plan "Build Back Better" (Reconstruir mejor) fracasó por la falta de acompañamiento del propio bloque demócrata de senadores. Actualmente la Casa Blanca está tratando de resucitarlo bajos diversos nombres, pero, por las dudas, no publicita sus detalles.

Ante el aumento de la inflación y la caída de la economía, Biden se ha ceñido en gran medida a asegurar que la administración está trabajando en un paquete que reduzca tanto el costo de vida como el déficit público.

Motorizado por la desindustrialización, el retraso científico y tecnológico, la pérdida de competitividad, la tributación regresiva y un gasto militar en permanente ascenso el déficit presupuestario de EE.UU. ha adquirido proporciones siderales. Recortar la deuda federal es lo más alejado de un mensaje ganador para las elecciones de mitad de mandato, pero, si el gobierno no lo hace, los servicios de la deuda pública impedirán el apalancamiento de la economía y las imprescindibles inversiones en el cuidado del medio ambiente, salud, educación, alimentación y renovación de la decadente infraestructura.

El electorado norteamericano tiene experiencia suficiente con el involucramiento de sus fuerzas armadas en conflictos lejanos que al principio parecen fácilmente manejables y de corta duración y que paso a paso van absorbiendo mayores recursos y efectivos, hasta convertirse en guerras interminables con altísimos costos personales y monetarios. Muchas veces fue envuelto en olas de patriotismo y arrastrado a apoyarlas, pero ese no parece ser el caso actual. La inflación, las crecientes necesidades básicas insatisfechas, los bajos ingresos, la discriminación racial y cultural, la violencia policial, el visible desinterés de la clase política por la “gente común” y su incapacidad para acordar e implementar medidas efectivas de salvataje han abierto una fosa entre gobernantes y gobernados que es difícil de cerrar.

Después de la intrusión de los partidarios de Donald Trump en el Congreso, el 6 de enero de 2021, se ha hablado y escrito mucho sobre el riesgo de una guerra civil en EE.UU. En realidad, la violencia que recorre cotidianamente su sociedad hace pensar más en un estado de anarquía que en una guerra civil, con dos partidos confrontados.

Todavía puede suceder que el “Estado profundo” escenifique en Ucrania un atentado de falsa bandera, con enormes pérdidas para la población civil, buscando suscitar el apoyo de las poblaciones de los países aliados a una mayor presencia de EE.UU. y la OTAN en la guerra contra Rusia. Es todavía una incógnita saber si esa escenificación puede, como en 2001, distraer al pueblo de EE.UU. de sus angustias cotidianas.

En 1968, en su obra “La hora de los pueblos”, Juan Perón decía que “a los imperios no los derrumba nadie; se pudren por adentro”. La elite norteamericana no parece haberlo leído.

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